La futura Línea F del subte porteño será una de las obras de infraestructura más importantes de la próxima década, con una traza de casi 10 kilómetros entre Barracas y Palermo y un estimado de hasta 300.000 pasajeros beneficiados por día. El proyecto incluye 12 estaciones nuevas y conexiones directas con todas las líneas existentes, además de accesos a servicios ferroviarios clave del Área Metropolitana.
En el extremo sur, la cabecera prevista en Barracas se convertirá en un nodo estratégico para miles de personas que ingresan a diario desde la provincia de Buenos Aires. Allí, el desafío no será solo construir una estación moderna, sino también reorganizar el intenso flujo de tránsito que llega por el Puente Pueyrredón, donde conviven autos particulares, colectivos, camiones y peatones en un espacio urbano saturado.
Actualmente, las calles cercanas funcionan muchas veces como estacionamiento informal para vehículos que ingresan desde el conurbano, una situación que se vuelve incompatible con el movimiento adicional que generará la Línea F. Por eso, el proyecto contempla intervenciones complementarias: ordenamiento de tránsito, regulación del estacionamiento, ampliación de veredas, mayor presencia de transporte público y mejoras en accesos y cruces.
La obra, con un presupuesto estimado en más de 1.300 millones de dólares, promete no solo mejorar la conectividad norte-sur de la Ciudad, sino también transformar la dinámica de los barrios que atraviesa. Especialistas en movilidad urbana señalan que la clave estará en coordinar la infraestructura del subte con el rediseño vial del entorno, para evitar que la nueva cabecera se convierta en un cuello de botella.
El impacto final dependerá de la capacidad de integrar la Línea F a un sistema de transporte ya exigido y a una trama urbana compleja, con expectativas de que la obra modifique de raíz la movilidad porteña y mejore la accesibilidad para cientos de miles de usuarios.





