El presidente de Estados Unidos lanzó un ambicioso plan de paz para la Franja de Gaza que ha sido respaldado por Naciones Unidas. El documento propone varias fases para poner fin al conflicto armado, incluida la retirada progresiva de las fuerzas israelíes del territorio, el desarme del grupo Hamás, la entrada de ayuda humanitaria y la reconstrucción del enclave mediante un programa internacional coordinado.
La propuesta contempla la creación de una autoridad de transición bajo supervisión internacional, destinada a gobernar temporalmente Gaza mientras se reorganiza su infraestructura, se fortalece el sistema de seguridad palestino y se habilita el retorno a la normalidad. Entre los objetivos centrales se encuentran la desmilitarización completa del área, la garantía de condiciones de vida dignas para la población y la integración de la zona en una lógica de paz sostenible.
Para lograr esto, el plan establece que Israel reduzca su presencia militar, mientras se despliega una fuerza internacional de estabilización que asegure el cumplimiento de los acuerdos y la seguridad de los civiles. Esta fuerza funcionaría como garante hasta que las condiciones de seguridad, política y logística permitan un traspaso de autoridad a entidades locales. El componente económico es clave: se prevé una reconstrucción masiva, inversiones privadas y colaboraciones multilaterales para rehabilitar hospitales, viviendas y servicios básicos.
La iniciativa ha generado expectativas de cambio profundo, pero también señales de alerta: varios analistas advierten que la clave estará en la implementación efectiva, el respeto al derecho internacional y la voluntad del grupo Hamás de entregar el control absoluto de sus armas. Si bien el respaldo de la ONU abre una ventana, el éxito dependerá de que los actores en el terreno acepten la supervisión internacional, la reconstrucción y la transición política propuesta.





