La ola de calor elevó el consumo eléctrico a niveles críticos y volvió a exponer las limitaciones estructurales de la red de distribución.

El apagón que dejó sin luz a casi un millón de usuarios en el AMBA se produjo en un escenario marcado por temperaturas elevadas durante toda la noche, con registros térmicos que no dieron respiro ni siquiera en la madrugada. Esta situación disparó el uso de aires acondicionados y ventiladores, llevando la demanda eléctrica a un punto crítico.

Según las primeras evaluaciones técnicas, la sobrecarga del sistema de distribución fue uno de los factores determinantes del corte masivo. Las redes eléctricas, especialmente en zonas densamente pobladas, no lograron absorber el pico de consumo generado por el calor extremo y colapsaron en distintos puntos estratégicos.

Las empresas distribuidoras, entre ellas Edesur, desplegaron cuadrillas de emergencia para normalizar el servicio, aunque la magnitud del apagón evidenció una vez más la vulnerabilidad del sistema energético ante fenómenos climáticos cada vez más frecuentes e intensos.

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